El gobierno se enfrenta a un dilema significativo en el inicio del debate sobre la Ley Ómnibus. Mientras el Presidente abraza una estrategia «a todo o nada», su ministro del Interior, Guillermo Francos, se ve presionado para realizar modificaciones en la legislación. La dualidad entre estas posturas define la gestión actual y será sometida a prueba en el Parlamento.
El gobierno se encuentra inmerso en una dualidad palpable entre la estrategia «a todo o nada» del Presidente y las negociaciones del ala política, encabezada por el ministro del Interior, Guillermo Francos. Este conflicto se manifiesta en el debate sobre la Ley Ómnibus, donde ya se han aceptado cambios en biocombustibles y pesca, mientras sectores de la oposición demandan más modificaciones. La resistencia pública de Javier Milei agrega complejidad a la situación. La construcción del relato presidencial contrasta con la postura dialoguista de Francos, evidenciando la dualidad en la gestión del gobierno, que ahora se pone a prueba en el Parlamento. La incógnita sobre el rol del enigmático jefe de Gabinete, Nicolás Posse, añade tensiones, mientras se espera que el proyecto, con más de 800 artículos, sea debatido en Diputados. El ministro Francos mantiene un despacho de puertas abiertas, fomentando el diálogo, pero las demandas de modificaciones desde diversos sectores desafían la unidad. La Ley Ómnibus se convierte así en un termómetro de la capacidad del gobierno para conciliar posturas en un escenario político complejo.