Kenneth Eugene Smith, un recluso de 58 años, está programado para ser ejecutado en Alabama mediante inhalación directa de nitrógeno, marcando la primera vez que se emplea este método en la pena capital de Estados Unidos. Este será el segundo intento de ejecución para Smith, quien previamente enfrentó una fallida aplicación de la inyección letal. A pesar de los esfuerzos legales para detener su ejecución, incluyendo apelaciones ante la Corte Suprema, Smith se enfrenta a la realidad de su destino inminente.
El proceso legal ha generado controversia, con argumentos sobre la constitucionalidad y humanidad del método de ejecución. Alabama defiende la hipoxia con nitrógeno como «quizá el método de ejecución más humano jamás inventado», mientras que los opositores lo equiparan a la tortura. Smith ha expresado su angustia y trauma antela perspectiva de la ejecución, describiendo su deterioro físico y mental como resultado de años en el corredor de la muerte.
El caso de Smith se remonta a 1988, cuando fue condenado por ser cómplice del asesinato de Elizabeth Dorlene Sennett. Aunque su juicio original resultó en una condena a muerte, las circunstancias de su caso, incluida la anulación y repetición del juicio, han generado debate sobre la justicia del sistema penal. La aplicación del gas nitrógeno plantea interrogantes sobre su efectividad y humanidad, mientras que las preocupaciones sobre posibles complicaciones durante el proceso persisten.
La decisión de Alabama de utilizar gas nitrógeno para la ejecución de Smith ha generado críticas tanto a nivel nacional como internacional, con la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos expresando alarma y advirtiendo sobre posibles violaciones de los derechos humanos. A medida que el debate continúa, la ejecución de Smith se presenta como un caso emblemático que plantea cuestiones fundamentales sobre la pena de muerte y la justicia en Estados Unidos.