Esta mañana en Nueva York se aprobó un documento, con el disenso de algunos países, que realiza un diagnóstico impecable: “Nos confrontamos con un aumento de riesgos existenciales y de catástrofes, en gran medida causados por nuestras propias opciones. Si no cambiamos de rumbo, corremos el peligro de caer en un futuro de crisis persistentes y descomposición”.
Pero lo que sigue es un conjunto de buenas declaraciones sin fecha fija de realización. En el tercer párrafo afirma: “Creemos que existe un camino para un futuro mejor, incluidos quienes viven en la pobreza y en situaciones vulnerables. Decidimos hoy ponernos en ese camino”.
Fueron largos años de negociación de modo que el llamado Pacto del Futuro tendría que contar con un cronograma para la próxima década. Figura entre las metas tanto la reforma del sistema financiero internacional como del propio Consejo de Seguridad de la ONU. Pero no hay fechas.
Más aún, faltaron los presidentes de las cinco potencias que constituyen el CS: Estados Unidos, Inglaterra, Rusia, China y Francia. Son precisamente aquellas que cuentan con el poder de vetar cualquier resolución de la ONU que no les convenga.
Para el jefe de Estado brasileño, la Asamblea General de la ONU “perdió su vitalidad y el Consejo Económico y Social fue sometido a un vaciamiento”. Cuestionó al Consejo de Seguridad al señalar “su legitimidad se achica cada vez más, en la medida en que aplica un doble estándar (en las clasificaciones) y se muestra indiferente ante las atrocidades (de las guerras)”.
Recordó que un 10 por ciento de la humanidad padece hambre y dijo que semejante situación “no puede ser naturalizada”.
Finalmente subrayó que impulsar el desarrollo sostenible “marcha al mayor fracaso” de la ONU y en 2030 apenas se alcanzarán 17% de las metas que fueron propuestas.
A su juicio, el mundo requiere respuestas eficaces a “los conflictos en Europa y Oriente Medio, como también a la corrida armamentista y a los cambios climáticos”. La ausencia de soluciones en ese escenario “pone de relieve las limitaciones que tienen las instancias multilaterales (por caso, la ONU) y otro organismos”.
Lo cierto es que el pacto, que debería valer no sólo para las actuales sino también para las futuras generaciones, padece de fallas sustanciales. A saber: Occidente, y en particular Estados Unidos, rechazaron reformas profundas del BM y del Fondo Monetario Internacional, hoy controlado por los norteamericanos por la vía de los aportes a la entidad.
Otro tanto ocurrió con la reestructuración del Consejo de Seguridad: no hay fecha para discutir su ampliación, de modo que incluya países del Sur Global, y menos aún para eliminar el célebre veto, que licúa medidas inconvenientes de la ONU.
Este martes, con la apertura formal de la Asamblea Anual, se espera una intensa discusión alrededor de los dos conflictos más peligrosos para el mundo entero: primero, la guerra entre Rusia y Ucrania; y en segundo lugar, el conflicto entre Israel y los Palestinos, que ahora se extendió al Líbano.
No hay que esperar demasiado de esa cita: las partes contendientes, en ambas situaciones bélicas, no parecen dispuestas a emprender una auténtica negociación de paz. China y Brasil tienen un “plan” para la confrontación de Kiev y Moscú, que será presentado mañana. Pero es más que dudosa la reacción de Occidente frente a esa propuesta.
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