El último veto parece demostrar que las mayorías no siempre ganan y ahora importa trasladar esa figura a la discusión educativa —o también de plata en el presupuesto de ese rubro— que el Presidente amenaza aplicar si hay ajuste. Dura batalla que se inicia, con organizaciones estudiantiles y partidarias más díscolas que los jubilados. Debe recordarse que ni a Perón lo aceptaron en la Universidad en su mejor momento de respaldo popular. Ahora hasta disponen de capacidad movilizadora para la protesta al actual gobierno, organizativa. Ya lo demostraron. Igual, desafiante, Milei afirma que insistirá con el veto para la ley —además, darles más plata sería agrandar sus recursos— y que si podo a los viejos, también corresponde podar a los jóvenes. Por consejo o no de un experto, recita: ya bajamos a los extorsionadores de los planes sociales y les dimos más fondos a los pobres. También damos —sostienen— la batalla para empatar el precio del transporte en el AMBA con provincias que hace tiempo se someten a pagar más caro el colectivo. Considera Milei que la gente sufre, pero quiere un cambio a injusticias pasadas y a la baja de la inflación para transformar sus vidas. Y si hay algaradas estudiantiles, habrás de enfrentarlas. No hay favoritismo.
Sin esos miedos reverenciales a la calle, a las explosiones, resulta singular que en la Corte Suprema aparece como contagio la cuestión de las mayorías. Una sincronía con Diputados. Hasta ahora, el cuarteto en ejercicio resolvía sus pleitos con el tres a uno, con la mayoría de cinco. Desde fines de diciembre, con el retiro de Maqueda, comienza otra situación: como no habrá acuerdos en ciertos expedientes —se firman miles por mes— imposible la unanimidad del trío Lorenzetti, Rosencrantz y Rosatti. Y justo ellos, que se odian entre sí, esa perspectiva es inalcanzable. De ahí la necesidad de convocar conjueces que habiliten una mayoría necesaria para cada caso, que siempre serán titulares de distintas Cámaras tribunalicias y elegidos por un bolillero. A menos que prosperara la controvertida designación de Ariel Lijo, quien hoy percibe una hendija de luz gracias a senadores radicales afines a Martín Lousteau—, a partir de la feria judicial del año próximo empezara un inevitable proceso dilatorio en el ejercicio laboral de la Corte Suprema.
Y si la Justicia suele llegar tarde, en el próximo año tardará mucho más.
Gi
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